El texto de Castell hace referencia a que el poder y la política se construyen en la mente de los ciudadanos a través de la comunicación, estos presentan información para conformar la opinión pública. Esta comunicación que antes se daba sólo a través de televisión, radio y prensa escrita, está transformándose por la difusión de internet, y la aparición de la web 2.0, de manera que la información ya no es exclusiva de los periodistas sino que cualquier ciudadano puede crear su red social y usar aplicaciones como Twitter, Facebook o crear un blog donde pueden manifestar libremente su opinión sobre la política y apoyar movimientos sociales y a otras alternativas, conformando movimientos de resistencia.
Sin embargo también los empresarios y los políticos han centrado la mirada hacia esta misma dirección, la de la web 2.0, como una forma de no perder el poder, entendiendo éste como la capacidad estructural del actor social para imponer su voluntad sobre todos los actores sociales y así mantenerlo, ofreciendo comunicación más personalizada con las personas, de tal modo que vemos políticos que tienen Twitter, blogs entre otros y, que le responden a sus posibles votantes. Todo ello origina contradicciones porque la web 2.0 al tener la posibilidad de ser un contrapoder, es decir, de resistirse y desafiar a las relaciones de poder institucionalizadas, también puede contribuir a mantener esa hegemonía.
Castell menciona que el hecho de que la comunicación se exprese de manera digital permite que los medios de comunicación lleguen a todas partes, de tal modo que las relaciones de poder se determinan en el campo de la comunicación. El actuar en esta nueva estructura donde está presente la tecnología tiene consecuencias en las formas, medios y metas de esta práctica enmarcadas en un contexto de pérdida de potestad del estado, la cultura del individualismo y lo comunitario y en la concentración empresarial y la segmentación del mercado.
El funcionamiento del sistema político se representa en los medios de comunicación con el fin de obtener la simpatía de los ciudadanos que se convierten en consumidores en el mercado político, de modos que los actores políticos ejercen influencia sobre los medios convirtiéndose en una política mediática. Sería absurdo pensar que todo el público se limita a seguir fielmente lo que dicen los medios, las personas son más activas y buscan nuevos medios de información, son parte de colectivos sociales.
Previendo este tipo de situaciones donde los ciudadanos pueden salirse de los límites impuestos, los medios tienen sus controles internos pues no pueden perder audiencia, deciden optar por una postura donde venden la idea de ser plurales, dar cabida a la diversidad de opiniones para no perder credibilidad, cuando en realidad se mueven dentro de ciertos límites permitidos que mantienen el control. Lo que Bennet (2003) denomina indexing donde los periodistas limitan la información presentando la que pertenece a la corriente política dominante en ese momento. Como menciona Castell lo que no existe en los medios no existe en la opinión del público, aunque tenga una presencia fragmentada en las opiniones individuales.
Todo ello indica que los medios de comunicación son un espacio donde se decide el poder, por lo tanto los políticos dependen de ellos. Más allá del diseño de los programas políticos, interesa los valores asociados en los que se inspiran los candidatos y que presentan en los medios, porque el ciudadano promedio confía en la información que le presentan con las posturas de los candidatos y de ellos depende la decisión para emitir su voto. En esta lucha por ganar la carrera política es común el escándalo para bajar el rating del opositor, vemos en los medios entonces como salen a la luz “los trapos sucios” para derrocar al contrincante.
Esta política mediática, de escándalos y de crisis de la legitimidad política puede afectar la credibilidad del implicado en el escándalo, en otros casos la saturación de la opinión pública de una política corrupta provoca una reacción de indiferencia entre el público. En ocasiones el público pone en la misma balanza a los políticos, como dicen en México de entre todos escoges el “menos peor”. Esta crisis de legitimidad no podemos atribuirla sólo a los escándalos pero si pueden constituir a que permanezca la desconfianza y el escepticismo sobre la política, que no se crea en el proceso democrático, una crisis respecto a partidos y el gobierno
En lo que respecta a los procesos de contrapoder y a la aparición de políticos liberales en el internet, también están presentes las empresas y gobiernos que continúan por estos medios estableciendo los parámetros de lo que debe ser la vida política, económica y social de una nación, combinan los medios no sólo utilizando los tradicionales como la televisión, la radio y la prensa, estableciendo modos de comunicación vertical y horizontal
Con la web 2.0 la gente construye su propio sistema de comunicación, estas redes sociales crecen cada vez más, se convierten en fuentes fiables y que tienen el poder de llegar a mucha gente, surge un proceso que da origen a una nueva realidad mediática, una serie de efectos que se decidirán mediante luchas políticas y empresariales, mientras los propietarios de las redes controlan el acceso a ellas, generando nuevas relaciones de poder y de preferencia hacia ciertos clientes.
Es entonces, un nuevo medio de comunicación compuesto por redes informáticas, con remitentes por todo el mundo que interactúan, construyendo y reconstruyendo la producción local y global de significado en la opinión pública. Castell es bastante optimista respecto al uso de la web 2.0 y sus posibilidades para que los ciudadanos establezcan procesos de comunicación, para contrarrestar el poder de empresarios y gobierno.
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